30/8/11

Cuéntame Noche.




Noche que guardas los secretos del alma, que retienes en tus sombras largas historias olvidadas. Cuéntame que fue de aquellos amates trágicos, que amparados en tu sudario se encontraban. Cuéntame la desventura de su amor, las cortas horas robadas a las obligaciones y destinos.  Quiero saber que fue lo que los separo, los que cortó sus sueños y anhelos. ¿Tal vez sus familias enfrentadas hacían imposible su amor por el odio arraigado en ellas? me parece que no, esa historia ya fue contada.  Esta es más actual, carnal y pasional; por lo que veo aquí.
Los recuerdos de este lugar me muestran sabanas arrugadas, caricias a escapadas y un frenesí loco y ardiente de dos almas buscando amor. ¿Será eso lo que sucedió? ¿Acaso en las horas quietas anteriores al sol, no lo pudieron hallar en los brazos del otro? sí, creo que fue solo eso. Simplemente la Lujuria, desamorada, disfrazada de cariño, y oculta por tu velo, Noche.
Sabía el acaso él, en su enamoramiento fugaz,  que ella era casada, que una casa, un marido y un par de hijos quedaban abandonados una vez por semana en lo hondo de la madrugada. Al amparo de las sombras huía de su casa. Capa en mano, vestido sin enaguas, caballo robado al marido, que dormido por el vino roncaba. Y cuando, la noche más profunda se hacía, con él, ella se encontraba. Robaba sus besos a la luz de la luna. Abrazo ardiente de dos apasionados que buscaban lo mismo, un poco de amor. Lástima que se equivocaron de sitio, de tiempo y de persona.  La historia de él es distinta, apenas dejo la casa de su padre para hacerse una vida, hombre casi niño, que no se curtió en batallas, pero que soñaba por conseguir el favor de una fina dama, vencer en justas y en caballero convertirse. Soñando grandezas un día la cruzo en el arrollo. No era Dama, era cierva, no sería fina, pero era cierta. Se enamoro de sus grandes ojos, lo cautivo su canto de sirena. Ciego y sordo no oyó ni vio lo cierto. Ella ya no era doncella, ya paso su época de capullo en flor, poco a poco se iría deshojando. El no quiso verlo, y en afán por sentir amor las cosas se fueron sucediendo.
La Lavandera se sintió adorada, cosa que nunca había sucedido, se enamoro de la vitalidad y la frescura de aquel muchacho soñador.
 Juntos los dos en el  bosque vieron derretirse la nieve, florecer la primavera y, de la mano del canto de las aves presenciaron la explosión de los campos en verano. Suyas eran las noches cálidas, pero estos mismos grillos callaron, aquella noche que el amor fue truncado. Encontrándolos el marido en un tierno abrazo  la sangre mancho de rojo el bosque y la luna se vistió de luto.
Cuentan que el amor no sucumbió, que las almas que en vida no estaban destinadas, se unieron en la muerte. En lo profundo del bosque, donde solían encontrarse, flores rojas y blancas florecen  a la luz de la luna durante el verano. Me han dicho que si uno presta atención no escucharas el sonido de los grillos, ni de ningún otro ser, salvo las risas y murmullos de los amantes, que aun distantes de este mundo, por las noches, en su lecho de flores se siguen amando.
Flor Nicola

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